Capital colombiana lidera transporte eléctrico en Latinoamérica
Bogotá se posiciona como una de las ciudades con mayor cantidad de buses eléctricos en el mundo, logrando reducir la contaminación del aire en 24 por ciento desde 2018. Este avance coloca a la capital colombiana como referente en movilidad sostenible dentro de América Latina.
La transformación del sistema de transporte público no ocurrió de la noche a la mañana. Fue el resultado de decisiones políticas acumuladas durante varias administraciones, inversión en infraestructura y una urgencia evidente por mejorar la calidad del aire en una ciudad de más de ocho millones de habitantes.
Mientras el metro aún sigue en construcción tras décadas de promesas incumplidas, los buses eléctricos ya circulan por las calles y entregan resultados concretos que benefician directamente a los ciudadanos.
El punto de inflexión llegó en 2016, cuando Bogotá decidió renovar su sistema de transporte masivo e incorporar tecnologías limpias. Durante la administración de Enrique Peñalosa se estructuraron los primeros contratos que permitieron la llegada de cientos de buses eléctricos, estableciendo las bases para una transición gradual desde el diésel hacia vehículos de cero emisiones.
La alcaldesa Claudia López continuó el proceso y completó la entrada en operación de la mayor parte de la flota eléctrica. Bajo su gestión se pusieron en marcha patios de carga, se diseñaron nuevas rutas y se creó la empresa pública La Rolita, enfocada exclusivamente en operar buses eléctricos y ampliar la cobertura en zonas históricamente desatendidas.
El actual alcalde Carlos Fernando Galán mantiene la línea de trabajo y ha anunciado nuevas incorporaciones para 2025 y 2026. Su administración trabaja con la meta de que casi la mitad del sistema funcione con tecnologías de bajas o cero emisiones en los próximos años.
Actualmente, Bogotá opera más de mil buses eléctricos que circulan por troncales y rutas alimentadoras. Estos vehículos han permitido retirar cientos de buses viejos considerados como una de las principales fuentes de contaminación en la ciudad, reduciendo además los niveles de ruido urbano.
La renovación de la flota, junto con controles ambientales más estrictos, ampliación de ciclorrutas y creación de zonas de aire limpio, explica la mejora del 24 por ciento en los indicadores de calidad del aire. Este avance resulta significativo para una ciudad que durante décadas respiró altos niveles de material particulado.
El contraste con el proyecto del metro es evidente. Mientras los buses eléctricos mostraron resultados en menos de una década, el metro lleva más de ochenta años como promesa incumplida. Los diseños han cambiado múltiples veces entre opciones subterráneas, elevadas y mixtas, sin que ninguna llegara a concretarse hasta ahora.
La obra actual del metro avanza con viaductos en construcción, estaciones en montaje y trenes recién entregados. La meta oficial es iniciar operación comercial en 2028, aunque persisten debates sobre si el diseño elegido fue el más adecuado para las necesidades de la ciudad.
Bogotá enfrenta ahora el desafío de coordinar mejor sus diferentes modos de transporte, modernizar estaciones, reducir la congestión vehicular y garantizar que las mejoras ambientales no se pierdan por el crecimiento del parque automotor privado. La sostenibilidad de estos logros dependerá de políticas públicas consistentes y de una planificación urbana que priorice el transporte público sobre el vehículo particular.
Mientras el metro sigue siendo un proyecto que genera opiniones encontradas, los buses eléctricos ya están funcionando y transformando la manera en que la ciudad respira y se mueve. Esta experiencia demuestra que las soluciones de movilidad sostenible no siempre requieren grandes obras de infraestructura, sino decisiones técnicas bien implementadas y continuidad en las políticas públicas.






