Ecopetrol y Petrobras avanzan en el proyecto de gas costa afuera en el Caribe, con reservas estimadas que multiplicarían la capacidad de abastecimiento nacional, siempre que lleguen a tiempo a tierra firme
El anuncio del hallazgo de gas en el pozo Sirius-2, en aguas profundas del Caribe colombiano, reavivó el debate sobre si el país podrá garantizar su seguridad energética en la próxima década. Ubicado a unos 77 kilómetros de Santa Marta, dentro del bloque GUA-OFF-0, este yacimiento es operado por Petrobras en asocio con Ecopetrol, que posee la mayoría de la participación.
La magnitud del descubrimiento llevó a algunos analistas a hablar del hallazgo de gas más importante desde los años noventa.
Los resultados preliminares de las pruebas de productividad realizadas por Ecopetrol y Petrobras indican volúmenes estimados de más de seis terapies cúbicos (TPC) de gas in place, una cifra que podría aumentar cerca de 200 % las reservas actuales del país si el recurso se lleva de la categoría de descubrimiento a la de reserva comercial.
En términos simples, si se confirma esa capacidad, el campo podría respaldar por sí solo el consumo de gas natural de Colombia por varios años.
Detrás de estas cifras hay un ambicioso plan de inversión. El consorcio estima recursos cercanos a US$1.200 millones para la fase de exploración y otros US$2.900 millones para el desarrollo del proyecto, con un esquema de producción que, en una primera etapa, contempla cuatro pozos productores y una extracción cercana a los 470 millones de pies cúbicos diarios durante una década.
Se trata de montos que solo se justifican si hay certeza de demanda, reglas claras y estabilidad regulatoria.
Aunque el gas offshore se perfila como el gran respaldo para el sistema energético, el tiempo juega en contra. Proyecciones de gremios y del propio Gobierno han advertido que las reservas probadas de gas en Colombia han caído a alrededor de seis años, y que el país podría enfrentar déficit de abastecimiento a partir de finales de 2024 si no entran nuevas fuentes.
En ese contexto, Sirius-2 no es un lujo, sino una necesidad estratégica.
Sin embargo, desde que se confirma un hallazgo hasta que el gas llega efectivamente a los hogares pasan varios hitos. El proyecto requiere licencias ambientales para infraestructura submarina y costera, acuerdos con comunidades del litoral Caribe, definición de los puntos de conexión a los sistemas de transporte y ajustes tarifarios para que el gas sea competitivo en ciudades como Bogotá, Medellín, Barranquilla o Bucaramanga.
Cada trámite suma meses o incluso años.
La propuesta técnica para Sirius-2 contempla un esquema “subsea to shore”, es decir, un sistema que lleva el gas desde el fondo marino hasta una planta de tratamiento en tierra, sin necesidad de grandes plataformas de procesamiento en superficie.
Este diseño puede reducir riesgos operativos y ambientales, pero exige tuberías de gran longitud, estaciones de compresión y obras complementarias que deben convivir con un Caribe altamente sensible en términos de biodiversidad, pesca y turismo.
Mientras avanzan las pruebas y estudios, el Caribe colombiano comienza a reposicionarse como el nuevo corazón gasífero del país. Campos como Uchuva-1, Orca y otros proyectos offshore suman volumen potencial que, de consolidarse, podría multiplicar por varias veces las reservas actuales y dar al país un margen para avanzar en su transición energética sin sacrificar seguridad de suministro.
La discusión ya no es solo técnica, sino política: cómo aprovechar este recurso de manera responsable, transparente y con beneficios tangibles para las regiones costeras.
El futuro del gas en Colombia parece estar mar adentro, frente a las costas del Magdalena y La Guajira, donde proyectos como Sirius-2 se perfilan como piezas clave para evitar un déficit de abastecimiento y garantizar energía firme para hogares, comercio e industria.
Si el país logra agilizar licencias, fortalecer la red de gasoductos y construir confianza con las comunidades del Caribe, el gas offshore podría convertirse en un verdadero salvavidas energético y en un motor de empleo local, al tiempo que funciona como combustible de transición hacia una matriz más limpia.






