Delegación del Congreso desata molestia en Pekín
La semana que estaba llamada a consolidar la relación de alto nivel entre el gobierno de Gustavo Petro y el de Xi Jinping terminó convertida en un episodio de tensión diplomática. El viaje que el presidente colombiano y su canciller, Rosa Villavicencio, tenían previsto a China para diciembre fue cancelado después de que una delegación de congresistas colombianos aterrizara en Taipéi y se reuniera con autoridades taiwanesas. La visita, presentada por los legisladores como una misión de acercamiento comercial y de cooperación, fue leída en Pekín y en Bogotá como un movimiento sensible en un tablero geopolítico donde la relación con China se ha vuelto estratégica para Colombia.
La comitiva estuvo integrada por miembros de las comisiones segundas de Senado y Cámara —encargadas de los temas de relaciones exteriores— y fue liderada por el senador Mauricio Giraldo y el representante Mauricio Londoño. Desde Taiwán, ambos hablaron de “restablecer vínculos” y de la posibilidad de reabrir una oficina comercial, lo que rápidamente encendió las alarmas. En un contexto en el que la mayoría de países de la región reconoce a la República Popular China como único gobierno legítimo de “una sola China”, el mensaje de los congresistas fue percibido como una señal ambigua frente a la posición oficial de Colombia.
La Cancillería reaccionó con un comunicado inusual en el que recordó que la política exterior la dirige exclusivamente el presidente de la República. En el mensaje, el Ministerio recalcó que Colombia mantiene desde hace más de cuatro décadas un “estricto apego” al principio de “una sola China” y que no reconoce a Taiwán como Estado independiente. También subrayó que las declaraciones de los legisladores no comprometen la posición oficial del Estado colombiano, una forma de marcar distancia frente al discurso que se dio desde Taipéi.
En ese mismo contexto se conoció que el viaje de Petro y su canciller a China, previsto para diciembre, quedaba cancelado. Aunque la explicación formal se ha movido en el terreno de la “agenda diplomática” y los ajustes de calendarios, el episodio se leyó como un síntoma de las tensiones provocadas por la parada legislativa en Taiwán. La visita presidencial buscaba dar continuidad a la agenda abierta en la anterior reunión entre Petro y Xi Jinping y avanzar en proyectos de infraestructura, comercio e inversión.
La relación con China se había venido fortaleciendo con la firma de acuerdos en materia de energía, transporte, tecnología y cooperación financiera. Para Colombia, el gigante asiático se ha consolidado como un socio clave para diversificar mercados de exportación y atraer inversión en sectores estratégicos. La cancelación del viaje, en ese contexto, envía un mensaje delicado en medio de una competencia global por la atención y los recursos chinos en América Latina.
Al interior del país, el episodio también abrió un debate sobre la coordinación entre poderes públicos en materia internacional. Mientras algunos sectores defendieron el derecho del Congreso a adelantar agendas propias de diplomacia parlamentaria, otros advirtieron que los mensajes divergentes pueden generar confusión en socios estratégicos y poner en riesgo procesos que tardan años en construirse. El Ejecutivo, por su parte, se vio obligado a reafirmar públicamente que ninguna declaración por fuera de la Casa de Nariño cambia la línea oficial sobre China y Taiwán.
En el plano regional, la controversia se suma a una serie de movimientos que ponen a prueba el equilibrio de los países latinoamericanos entre los intereses de China, Estados Unidos y otros actores del Asia-Pacífico. Colombia, que venía dando pasos para profundizar su acercamiento a Pekín, se encuentra ahora revisando la forma en que episodios como la visita a Taiwán pueden afectar su credibilidad como socio estable y predecible. El reto inmediato será retomar el canal directo con China y reconstruir la confianza alrededor de una única voz en política exterior.






